Pandemias y Trabajo Remoto

«Hoy estamos solo a 28 grados, pero la semana que viene ya se esperan temperaturas entre los 32 y los 36… Lo que suele ser normal en Ourense en esta época del año», le decía hoy a Michaela, mi compañera de trabajo que se encuentra en la oficina en Copenhague.
«Hoy solo 28?!? Suena estupendo, Raquel! Qué maravilla! Yo adoro el calor!! No sabes cómo me gustaría esta ahí!».

Claro! Pobrecilla. Creo que a los daneses no les importaría estar en el mismísimo infierno con tal de poder sentir un poco de calor en la piel. Si es verdad que en los últimos tres años hemos tenido inviernos muy suaves, poco típicos de la zona, la oscuridad que asola Escandinavia durante casi 6 meses consecutivos te termina calando los huesos y penetrando en tu estado de ánimo con nocivas consecuencias. Por mucha vida interior que tengas y más cuadros que pintes o kilómetros en bici que hagas para mantenerte activa creativa y físicamente, tras inviernos de esa calaña, necesitas ver y sentir el sol aunque solo sea por 20 días.

El pasado Marzo, como medida para frenar la expansión del COVID, Dinamarca cerró fronteras a cal y canto; Cuando la mayoría del país estaba listo para la estampida masiva al Sur, los nacionales se vieron abocados a planificar un verano al completo en casita. Una fiesta de agarra cuando, si tenemos suerte, la temperatura máxima en ese país durante los dos meses que dura el verano es de 29 grados -durante uno o dos días máximo- y el resto no subimos de los 24, lo que ya es un lujazo!. Las lociones solares en Copenhague las deberían de vender en recipientes de 20 gramos. Y te sobraría! Si tenemos mala suerte, nos toca sacar las Hunter -o botas de huerta de toda la vida-, los chubasqueros y a chupar charco!.

Ante la subida masiva de consumo de Orfidal y estupefacientes similares comúnmente conocidos como Lykke Pill (la píldora de la felicidad, que te la venden a peso en las farmacias danesas), el 22 de Junio el gobierno anunció la apertura de fronteras con Europa (salvo Suecia y Portugal), ampliando los destinos veraniegos para los daneses más allá de Alemania, Noruega e Islandia y sin obligación de hacer cuarentena a la vuelta. Una medida con la que Europa espera amortiguar el bajón económico no desamparando por completo a la industria del turismo, que actualmente sufre el mayor varapalo del siglo, del que tendrá que salir reinventada. De esto podemos hablar en otro post.

No veas la jarana que se montó en la oficina danesa cuando se hizo el anuncio de apertura de fronteras. Les toca el gordo y no la montan igual! Colgaron los teléfonos y se pusieron como locos a buscar destino en Momondo tan pronto como la Ministra anunció la buena nueva. El mudo cambiará, pero no hoy. Además, los daneses hacen lo que pueden para contribuir a crear un planeta más limpio… Hay que permitirles algún que otro capricho como veranear en Mallorca para mantenerlos motivados en su empeño por salvar el cotarro.

Sin ánimo de sonar frívola, ni restarle importancia y gravedad a lo que la tiene, me atrevería a decir que los vikingos prefieren arriesgarse a coger COVID que pasar un verano entero en Jutlandia. Los entiendo. Solo se puede entender algo así en plena pandemia cuando vives 6 meses en penumbra. O virus o depresión. O depresión y virus, pero al menos con las reservas de vitamina D a tope. Las penas con sol, son menos. Yo, como estoy en posesión de pasaporte Español, pude salir antes que los daneses. Además, pedí y me otorgaron esto que está empezando a implementarse tímidamente y a cuestionarse abiertamente en varios foros y empresas. Creo merece mención en uno de mis posts: El trabajo remoto.

El término me hace su gracia ya que remoto, además de significar que está muy lejos o muy apartado en el tiempo o el espacio, también significa que es muy difícil o poco probable que suceda en la realidad. Si la mayoría de los jefes se quedan con la segunda acepción, no me extraña su reticencia a implementar este modo de trabajo tan de nuestro siglo! Porque, por más que lo intento, y aunque veo sus aspectos menos positivos, creo que el trabajo remoto debería de ser enteramente opcional y completamente posible para los asalariados que puedan ejercerlo.

Hoy en día, para todos aquellos cuyas herramientas principales de trabajo son un móvil y un ordenador, es más que posible el desarrollo de sus tareas desde cualquier punto del planeta desde el que exista conexión a la red. El año pasado estuve en una isla desierta en el golfo de Thailandia respondiendo emails de trabajo. Hoy es más que probable que tengas acceso a internet desde cualquier parte del globo, al menos que te hayan secuestrado y estés en un sótano en Noruega, o de vacaciones en Normandía y te quedes sin gasolina en una carretera secundaria. En estos casos es cuando sueles quedarte sin batería, conexión, y si me apuras, hasta sin menstruación. Cuando vienen, vienen todas juntas.

La cuestión es que el trabajo remoto, además de ser una posibilidad, es una ventaja para rebajar la presión y concentración humanoide en las urbes. Si haces un trabajo de oficina en una gran ciudad y quieres vivir en las afueras o en el pueblo porque la calidad de vida es mayor y los servicios más económicos, no deberías gastar dos horas al día en transporte público, o coger un coche a diario para lanzar más CO2 a la capa de ozono. Aún nos queda capa de ozono, o ya hay solo un agujero sobre nuestras cabezas?. Además, sería una bendición para la conciliación familiar, ya que el trabajo remoto pide y permite compaginar con mayor libertad y eficacia el mundo laboral y el personal, dedicando a ambos tiempo y atención de CALIDAD, algo que todos los jefes del mundo deberían de priorizar por encima de la presencia física en una oficina de zombies chupópteros de soya late. Es un gasto de espacio.

En este modo de trabajo también cumple un rol decisivo la motivación, algo tan diverso que puede traer de cabeza a cualquier experto de Recursos Humanos. Los KPI individuales (Key Performance Indicator) establecen si un trabajador es eficiente y cumple con sus objetivos. La motivación cumple un papel muy importante en esto. Aquí estoy yo, trabajando desde la piscina de mi pueblo, o desde a terraza del bar en algún momento. Aún con mascarilla, soy más feliz, por tanto, ejerzo mis tareas con más motivación. Por supuesto, el trabajo remoto requiere que seamos responsables y aprendamos a distribuir nuestro tiempo laboral y de ocio de una forma más constructiva. No todos somos iguales, ni a todos nos motiva lo mismo, pero para las diferencias existen las opciones. Deberíamos de poder escoger aquella a la que mejor nos adaptemos y desde la que podamos ofrecer mejores resultados.

Supongo y deseo que el debate esté servido. Si algo positivo ha traído esta pandemia, espero que haya sido el haber sacado a la luz nuevas posibilidades de organizar nuestro tiempo, de solucionar problemas de contaminación innecesaria, de aliviar el estrés, de reducir la congestión de las urbes solventando acuciantes problemas de vivienda, de buscar soluciones al despoblamiento y la dejadez de lo rural (…) De ser, al fin y al cabo, más expats, más glocales, más libres.

Hay demasiadas problemáticas. Algunas semejan tener soluciones remotas y apremia que nos pongamos a diseñarlas y ejecutarlas cuanto antes. Pero para las que ya tenemos solución, la implementación no debería de aplazarse por más tiempo. A eso se le llama evolucionar.

Email status: Enviado a mi jeje. Jarana II.



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